domingo, 13 de mayo de 2012

"La apuesta"

Tres ilustraciones, para un cuento popular de Misiones:

 

Un mono que se rascaba todo el tiempo,
una lechuza que movía la cabeza sin parar...


una apuesta,



y un final que hizo reir a todos.

(Otro ejercicio para Sótano Blanco.)

sábado, 14 de abril de 2012

sábado, 24 de marzo de 2012

Ciudad






















Algo de lo que estoy haciendo ahora en Sótano Blanco :)
(Ya casi lo termino, y sólo me faltan 4 más!)

sábado, 10 de marzo de 2012
























Cosas que encuentro por ahí...

jueves, 1 de marzo de 2012

Un viejo boceto. Nunca fue otra cosa (todavía) pero le tengo cariño.

miércoles, 29 de febrero de 2012

martes, 28 de febrero de 2012

Fílides






































"Al llegar a Fílides te complaces en observar cuántos puentes distintos unos de otros cruzan los canales: convexos, cubiertos, sobre pilastras, sobre  barcas, colgantes, con parapetos calados; cuántas variedades de ventanas se asoman a las calles: en ajimez, moriscas, lanceoladas, ojivales, coronadas por lunetas o por rosetones; cuántas clases de pavimentos cubren el suelo: guijarros, lastrones, grava, baldosas blancas y azules. En cada uno de sus puntos la ciudad ofrece sorpresas a la vista: una mata de alcaparra que asoma por encima de los muros de la fortaleza, las estatuas de tres reinas sobre una ménsula, una cúpula en forma de cebolla con tres cebollitas enhebradas en la aguja. "Feliz quien tiene todos los días a Fílides delante de los ojos y no termina nunca de ver las cosas que contiene", exclamas, con la pesadumbre de tener que dejar la ciudad después de haberla rozado apenas con la mirada.

   Te ocurre a veces que te detienes en Fílides y pases allí el resto de tus días. Pronto la ciudad se decolora ante tus ojos, se borran los rosetones, las estatuas sobre las ménsulas, las cúpulas. Como todos los habitantes de Fílides, sigues líneas en zigzag  de una calle a otra, distingues zonas de sol y zonas de sombra, aquí una puerta, allí una escalera, un banco donde puedes apoyar el cesto, una cuneta donde el pie tropieza si no prestas atención. Todo el resto de la ciudad es invisible. Fílides es un espacio dondes se dibujan recorridos entre puntos suspendidos en el vacío, el camino más corto para llegar a la tienda de aquel comerciante evitando la ventanilla de aquel acreedor. Tus pasos persiguen no lo que está fuera de los ojos, sino lo que está dentro, sepulto y borrado: si entre dos soportales uno sigue pareciéndote más alegre, es porque por él pasaba hace treinta años una muchacha de anchas mangas bordadas, o bien sólo porque recibe la luz a cierta hora, como aquel soportal que ya no recuerdas dónde estaba.

    Millones de ojos se alzan hacia ventanas puentes alcaparras y es como si recorrieran una página en blanco. Muchas son las ciudades como Fílides, que se sustraen a las miradas, salvo si las atrapas por sorpresa."

("Las ciudades y los ojos. 4." en "Las ciudades invisibles" de Italo Calvino.)

lunes, 27 de febrero de 2012

Haiku



















 
Como recuerdo,

a una amapola

deja sus alas la mariposa.

lunes, 20 de febrero de 2012

De chiquita nomás ya adoraba los libros.
Los libros como historias, los libros como viajes, los libros como prácticos compilados de olores y colores, los libros como hermosos y acumulables objetos.
Padres, tías, abuelas, amigos, colaboraron para engordar y enriquecer mi biblioteca. Yo devoraba los textos, saboreaba sus ilustraciones, y en algún momento comencé a decir que cuando fuera grande quería "dibujar libros".

En un cuaderno naranja, de tapa dura, escribía cuentos, los ilustraba (aunque esa palabra la aprendí mucho después), numeraba prolijamente las páginas, y anotaba los títulos en un índice que crecía en la última hoja.
Algún día elegí uno y lo copié en unas pequeñísimas páginas que recorté con mis tijeritas, y volví a ilustrar con mis fibras de colores y diminutos recortes de papeles de envolver. Las doblé, y abroché, junto con una tapita de cartulina que diseñé como si fuera parte de una colección, imitando cada detalle de los libros que conocía.
Algún otro día elegí otro cuento, y otro, y otro más... Todos con cubiertas de diferentes colores, pero del mismo tamañito, con el mismo diseño (otra palabra que tardó en aparecer en mi vida), y pertenecientes a la misma colección.

Quería dibujar libros...
Todavía no entiendo porqué en algún momento me olvidé.
O pensé que era algo de ciencia ficción, como mis compañeritos de la escuela que querían ser astronautas o trabajar en televisión (supongo que tampoco creía que eso fuera posible!)
Me olvidé y tardé como veinte años en recordarlo.

Un día, como si fuera una novedad, descubrí que quería ilustrar. Poco después, sorprendida, me acordé de esa nena que quería dibujar libros.
Y la fui a buscar...
La encontré dormida, y un poco confundida. Todavía nos refregamos los ojos, mientras nos desperezamos sentadas en el borde de la cama. Todavía nos estamos (re)conociendo y haciendo amigas. Pero ahora las dos sabemos a dónde vamos..., y aunque nos demoramos, sabemos que podemos llegar a tiempo.